Comentario
Sir Hyde Parker, sin embargo, no recibió el nombramiento con júbilo alguno. Contaba ya sesenta y dos años, se acababa de casar y no deseaba separarse de su joven esposa y, además, le fastidiaba el mal tiempo del Báltico e intuía problemas con su famoso segundo en el mando. Para moverle fue preciso que Nelson escribiera una nota al Primer Lord del Almirantazgo, Sir John Jervis, Lord Saint Vincent. Las presiones del viejo zorro Jervis hicieron zarpar, finalmente, a Parker.
Aquel febrero de 1801 hacía un tiempo muy frío y desapacible. Con los cabos y las cubiertas cubiertos de hielo y nieve, los veintitrés barcos de Parker -acompañados por un número similar de transportes- cruzaron el mar y alcanzaron el estrecho del Skagerrak. Desde allí, el 21 de marzo, Parker envió un ultimátum a los daneses, lo que impacientaba a Nelson, que renegaba en su buque insignia Saint Georges, porque consideraba que aquellas delicadezas eran una tontería, que los cañones devolverían la sensatez a los daneses y que la mejor solución era forzar el paso de los estrechos, cruzar el Báltico, y destruir a la famosa pero débil flota rusa en su propia base: sin barcos, la Liga se diluiría como azúcar en agua. Pero Parker se negaba, pues deseaba negociar, y le fastidiaba la belicosidad de Nelson, que le había alejado de los brazos de su esposa, y ahora le empujaba a un posible desastre. La tirantez entre ambos jefes llegó a tal punto, que el comandante en jefe se negó a recibir a su segundo. Desde Elsinore, el 29 de marzo, Parker quiso negociar con el gobernador danés de Kronborg, cuyo castillo cerraba el acceso al estrecho de Sund, paso obligado hacia Copenhague.
Nelson, entonces, dio muestras de su genialidad y flexibilidad. Despachó a un bote a pescar una buena cena para obsequiar a Sir Hyde. Sus marineros consiguieron un rodaballo magnífico, y Nelson, con una amable nota, lo envió a su superior, conocido sibarita. Tras la opípara cena, Parker convocó a Nelson a una reunión.
Entre tanto, los daneses rechazaron airados el ultimátum y advirtieron a los británicos de que si entraban en el Sund, serían bombardeados. Era necesario combatir y Parker cedió el mando a Nelson. Éste se dispuso de inmediato a atacar. Copenhague se encuentra en una bahía ante el estrecho de Sund, en cuyo centro existía un enorme banco de arena longitudinal, el Middle Ground, que dividía el puerto en dos canales: el más cercano a la costa, la propia entrada a la rada, era el Paso del Rey, de unos mil cuatrocientos metros de anchura, guardado por el fuerte de Crown. Al otro lado del Middle Ground se abría el Paso de los Holandeses. La flota danesa se encontraba acoderada, e incluso literalmente encallada, en el Canal del Rey, bajo el apoyo de las baterías del puerto.
Por de pronto, era preciso forzar la única entrada en el Báltico, el estrecho del Sund, que separa las costas danesa y sueca. La primera estaba bien defendida por la fortaleza de Kronborg; pero la de Suecia, que se replanteaba su permanencia en la Neutralidad Armada, lo estaba mucho menos. La noche del 29 de marzo, Nelson trasladó su insignia al navío de 74 cañones Elephant, más ligero y de menor calado que el Saint Georges. La flota británica, formada en hilera, entró ciñéndose a la costa de Suecia. Las baterías danesas de Elsinor y Kronborg abrieron fuego a las 7 de la mañana, pero los ligeros y escasos cañones suecos de Helsingborg permanecieron mudos. Los buques de Parker pudieron entrar en el Sund fuera del alcance de los cañones daneses y, a mediodía del día 30 de marzo, fondeaban entre la isla de Kwen y el puerto de Copenhague, a unas doce millas de éste.
Nelson y el vicealmirante Graves reconocieron las defensas danesas. El puerto, defendido por fuertes baterías, se extendía a lo largo de la costa. Ante ella se alineaban 25 unidades de la flota danesa. De Norte a Sur, en la entrada del Paso del Rey, estaban situados cuatro navíos y una fragata, cercanos a los fuertes de Crown y de Trekroner. A ellos seguía la línea de navíos, veinte viejos barcos, fondeados, algunos incluso encallados en el fango, con las proas dirigidas al Sur, a lo largo de unas dos millas. No todos eran grandes buques: había nueve navíos de línea, dos de cuarenta y ocho cañones, diez fragatas y muchas embarcaciones menores (bricks y goletas) armadas, sin mástiles y aprestados como auténticas baterías flotantes.
Su extremo sur se acercaba a las baterías de la isla de Amack. Al Norte, esta fila se apoyaba en la fortaleza de Crown, con 88 cañones de veinticuatro libras, y en la de Trekroner, con otros 78 de treinta y seis y veinticuatro libras. Además, la flota danesa poseía otros diez barcos, nuevos, pero sin dotaciones, fondeados dentro del puerto; su salvación pesaría en la futura rendición de los daneses.